En 2005, un pueblo, Algodonales,
recreó por primera vez el episodio más trágico vivido en su municipio,
concretado en los amargos sucesos del 1 y 2 de mayo de 1810. Por esa conciencia
colectiva, se levantó con fuerza, decisión y carisma, un gran colectivo: la
Asociación “Por la resistencia de Algodonales”, acudiendo al pueblo un aluvión
de visitantes. Hoy, las recreaciones de Algodonales han crecido ya tanto, que
su repercusión sólo se puede comparar en Andalucía a, Bailén, San Fernando y
Cádiz. Por ello, en un acto en común realizado en Cádiz, quisimos rendirle un
reconocimiento a la Asociación “Por la resistencia de Algodonales”,
dedicándoles unas sentidas palabras y entregándoles un ejemplar del libro
“Málaga frente a la Guerra de la Independencia”.
El Regimiento de
Infantería de Línea nº 40, francés.
Un de las recreaciones más estimadas
y representativas de Algodonales, es el “Regimiento de Infantería de Línea nº 40”, unidad francesa que
perteneció al V Cuerpo de Ejército Imperial, a la que ellos dan vida a la
perfección, con evoluciones bajo voces de mando en francés, aplicando el
antiguo Reglamento del 1 de agosto de 1791. Además, en su trato, son personas
atentas y amables con las que da gusto compartir actividades. En la unidad
destaca el número de mujeres y de niños, y todos, junto con los hombres,
componen una columna digna de ver en su marcha.
El hecho histórico que representa “Por la resistencia de Algodonales”.
Una serie de circunstancias y su situación geográfica llevaron a Algodonales a la desgraciada tragedia que vivió a primeros de mayo de 1810. Al igual que había sucedido con Montellano, los vecinos de Algodonales se mostraron muy refractarios a la invasión francesa. En Montellano había vivido un personaje exaltado, con un pasado complicado que le había hecho sufrir prisión y destierro bajo el reinado de Carlos IV. Su nombre era José Romero Álvarez. Regresado a Montellano, al comenzar la Guerra de la Independencia mostró su mejor versión ciudadana, y olvidando sus problemas con el antiguo Régimen, se sumó como un patriota más al levantamiento contra el francés, demostrando mucho valor, e incluso, llegando a sustituir a las autoridades del pueblo en la dirección de los vecinos, lo que ha llevado a ser citado por algunos escritores como el “Alcalde de Montellano”, cargo que nunca tuvo. Cuando una columna francesa al mando del coronel Bonnemains se acercó a Montellano, fue atacada por los patriotas mandados por José Romero. Del resultado de esa emboscada, los franceses tuvieron un centenar de bajas, entre ellas, dos oficiales. Desde entonces, Romero quedó señalado por los franceses, y temiendo sus represalias, se trasladó con sus familiares y algunos amigos hasta Algodonales, pueblo al que al final de abril de 1810 se dirigió una Brigada francesa bajo el mando del general Jean Pierre Maransín, compuesta por los regimientos de Infantería de Línea, nº 40 y 103, dispuesta a atravesar la localidad sin incidentes.
Sin embargo, los acontecimientos se
precipitaron, y cuando el 1 de mayo la vanguardia de Maransín se dispuso a
pasar el vado del Guadalete, a media legua del pueblo, varios soldados
franceses cayeron en una emboscada. Exasperado Maransín, decidió entonces dar
un escarmiento al pueblo, pero sus unidades se encontraron con una inesperada y
fuerte resistencia de los vecinos, bien atrincherados en sus casas, cuyos
certeros disparos hicieron doblar las rodillas a una veintena de voltigeurs. El
ataque se generalizó entrando los franceses a sangre y fuego en Algodonales. El
pueblo comenzó arder por los cuatro costados. Sin embargo, al llegar la noche
todavía se resistía en varios puntos, especialmente, en la casa donde estaba
atrincherado José Romero, con familiares, amigos y criados.
El coronel Rignoux, del 103 de Línea,
llevó personalmente la operación de asalto a la casa de Romero, a la que mandó
prender fuego con estopa y madera seca. Al amanecer del 2 de mayo, todavía
resistían los defensores, entre el abrasador fuego, el humo y la descomposición
de los cuerpos de los caídos. Romero cayó mortalmente herido en la ventana que
defendía (quizás exponiéndose para morir luchando antes de ser ejecutado por
los franceses), y sus compañeros resistieron hasta que el fuego fue devorando
estancia tras estancia, y no tuvieron más remedio que elegir entre la llamas o
caer acribillados por las balas al salir de las casas. La mujer de Romero, Ana
Dorado se entregó con tres hijos menores de edad.
Las víctimas de los vecinos de Algodonales sumaron 239 fallecidos, mientras que por parte francesa, perdieron la vida unos cuarenta hombres, entre ellos, tres oficiales.
La crudeza y horror llevados a cabo en Algodonales, quedó descrita así por el testigo Fançois Levaux, que vivió aquel drama como sargento del Regimiento de Infantería de Línea nº 103. Con este texto críticó la masacre realizada en Algodonales, en la que se vio envuelto: “El general nos situó en las huertas, ordenándonos no perdonar a nadie, ni mujeres ni niños ¡Había que ver qué horrible carnicería hicimos! La mayor parte de los habitantes se habían escondido y, en mi marcha, es decir, por el sitio donde iba, encontré varias señoras y señoritas a quienes por piedad conservé la vida. Pero otros voltigeurs vinieron después que yo, pasándolas a todas por el filo de la bayoneta (…) El espectáculo más conmovedor que he visto, fue en el molino. Había dieciocho personas muertas en el patio (…). Es imposible referir todas las atrocidades a las que nos enviaban a esas montañas. Eso estremecería al más atrevido…”.