Se van a cumplir los doscientos años de la derrota de las tropas de Rafael del Riego en Jódar (Jaén), ante tropas de los Cien mil hijos de San Luís.

 


Asociación Torrijos 1831.

Una vez más, desde la web de nuestra Asociación Torrijos 1831, tratamos de recordar episodios históricos relacionados con los liberales decimonónicos que se enfrentaron al poder absoluto que representaba Fernando VII. En esta ocasión, lo haremos sobre lo sucedido en aquel trágico 1823, en el ocaso del Trienio Liberal (1820-1823). Nos encontramos en 2023 y, por tanto, en un año para ir recordando diversos bicentenarios que van a ir cayendo, sucesivamente, conforme vayamos pasando las hojas del calendario. En este 15 de septiembre, se van a cumplir los doscientos años de la derrota de las tropas constitucionalistas del general Rafael del Riego en la localidad jienense de Jódar, ante las tropas francesas del ejército francés de los Cien Mil hijos de San Luís, enviadas por la Santa Alianza europea, tras la decisión tomada en el Congreso de Verona para acabar con el régimen constitucional español y llevar de nuevo a nuestro país al absolutismo tan deseado por Fernando VII. Aquel ejército extranjero, llamado por el propio monarca y mandado por el duque de Angulema, entró en España el 7 de abril de 1823. Si nos atrae la lectura de los acontecimientos que precedieron al combate de Jódar, veremos que, a la altura del 15 de septiembre de aquel año, era una misión imposible para Riego y sus hombres, conseguir el último objetivo que se habían propuesto: alcanzar Cartagena, donde les estaba esperando el general José María Torrijos y Uriarte, que mantenía izado el pabellón constitucional en aquella plaza, así como en las de Alicante y Peñíscola. Puede decirse, que antes de la llegada del verano las cosas iban ya muy mal para los defensores del régimen constitucional. Los generales Morillo y La Bisbal, se habían pasado al bando absolutista, y el general Ballesteros, no cesaba de retroceder con el ejército nacional más numeroso, el 2º de Operaciones, haciéndolo sin presentar batalla. El propio Torrijos se había enfrentado verbalmente a él, en su campamento, echándole en cara que no librara combate alguno hasta el momento, y que con ese proceder estaba hundiendo a la España constitucional.

Riego asume el mando del 3º Ejército de Operaciones.

En Sevilla, se designó al general Rafael del Riego para el mando del 3º Ejército de Operaciones, acantonado en Málaga. Cuando llegó a esta capital la encontró sumida en un caos y con las tropas en grave estado de indisciplina. El 3º Ejército de Operaciones carecía de logística propia, y menos de vías seguras para ser abastecido de víveres, dinero, armamento y pertrechos, en su progresión. Para poder marchar con prontitud hacia el norte y ser medianamente operativo en la campaña, los mandos superiores de aquel ejército sólo tenían la peor y más extrema de las soluciones: hacer forzosas requisas y expoliar cuanto pudieran. Así, Málaga fue esquilmada. Con parte de lo recogido, Riego envió un convoy marítimo para Cartagena de víveres, armamento, dinero, plata y oro, esto último de las requisas en las iglesias. Sin embargo, aquel convoy en su mayor parte fue capturado por naves bajo pabellón francés, precisamente cuando sus fuerzas terrestres francesas ya estaban llegando a Málaga, lo que apresuró la salida de Riego y sus tropas constitucionalistas. Con este forzado movimiento, Riego se quedó sin retaguardia en el litoral oriental de Andalucía, ya que, con Málaga ocupada y Almería recientemente rendida con los ochocientos hombres de guarnición, se quedaba sin puerto de reembarque en esta importante zona. A partir ahí, el objetivo de Riego fue encontrar al general Francisco Ballesteros y su ejército, para unir sus tropas con las de él. Esto se verificó en Priego, el 10 de septiembre, no sin mediar antes un intento de enfrentamiento entre las fuerzas que mandaban ambos generales. El encuentro fue decepcionante para Riego, pues Ballesteros ya había firmado la capitulación el 21 de agosto ante el general francés Gabriel Molitor. La descomposición del ejército de Ballesteros era clara: los regimientos se disgregaban y los desertores escapaban por donde podían. Muy contrariado, Riego hizo prisionero a Ballesteros y su Estado Mayor, pero estos lograron escapar. El héroe de las Cabezas de San Juan sólo pudo intentar atraerse a algunas unidades, y con las que lo logró, sus actuaciones terminarían siendo fatales en los próximos enfrentamientos con los franceses.

Un ejército sin recursos, viviendo del saqueo de las poblaciones, en un contexto bélico y geográfico rodeado de enemigos, y sin retaguardia posible.

El poderoso ejército francés ya solo tenía que dar caza a la única fuerza de maniobra, constitucionalista que quedaba de Madrid hasta Tarifa: la columna de Riego, constituida por 4.000 infantes y 1.500 jinetes (que llevaban cintas verdes para ser identificados). Esta fuerza entró en Martos el día 12 de septiembre, donde había poderosos serviles que habían huido, siendo asaltadas sus casas. A mediodía, el ejército constitucionalista se puso en marcha hacia Jaén, llegando a la capital al anochecer y hospedándose Riego en la casa del obispo. Cuando a las once de la mañana del 13, la tropa liberal se encontraba en la Plaza de Santa María, empaquetando lo que había expoliado, entró un jinete alertando, que los franceses venían por el camino de Martos. Los tambores tocaron generala, decidiendo Riego aguantar en la Puerta de Martos, ocupando para ello una altura próxima con dos batallones de la I Brigada, mientras que a la caballería le designó salir al llano por la Puerta de Barrera. El resto de la infantería permaneció desplegada esperando órdenes de Riego. Sobre las dos de la tarde aparecieron los franceses, llevando delante de ellos varios monjes y curas españoles que iban informando a los franceses de todo. Riego y sus mandos superiores se percataron que la fuerza enemiga era muy numerosa. Por una parte las tropas del general Bonnemains iban a acometer contra la Puerta de Martos, y por la Puerta de la Fuente de la Peña, las del conde de Molitor y la del mariscal de campo español, Juan Sánchez Cisneros. Temiendo verse envueltas en el casco urbano de la ciudad, las tropas liberales atravesaron atropelladamente Jaén, de oeste a este, perdiendo efectivos. Finalmente, unos 1.500 de infantería y 500 de caballería, escaparon por la parte oriental, hacia la zona del cerro del Calvario. Riego había mandado en primer lugar al convoy, con fuerte escolta, por el camino hacia Mancha Real; y para hacer frente a los 800 jinetes franceses, con los que se encontró en aquella zona, tomó posiciones en el cerro del Calvario, desplegando su tropa en las proximidades de la ermita. Sería un combate encarnizado en el que los constitucionalistas cargaron con valor a la bayoneta, destacando especialmente el batallón Galicia y el de los nacionales de Málaga. Pero aquel esfuerzo les llevó a perder más efectivos. Ya no hubo otra solución para el grueso de los liberales que la de iniciar una marcha forzada a Mancha Real, perseguidos por las tropas de Bonnemains. La retaguardia de Riego libró continuos combates con los franceses, favorecidos los españoles en la ocultación que les ofrecían los espesos olivares. Sólo se apagaron los disparos al cerrarse la noche. Exhausta y muy mermada por las bajas y desertores, la tropa constitucionalista llegó a la plaza de Mancha Real donde pudo tomar una distribución de pan y vino. Poco duró el descanso, pues hubo que continuar en la oscuridad hacia Jimena, por un pésimo camino con profundas quebradas en los laterales y malos pasos, que la muy agotada tropa soportó hasta el agotamiento., La decisión de Riego, de marchar hacia Jódar, llevaba la intención de alcanzar Úbeda, para que se le uniera la parte del ejército de Ballesteros allí acantonada (que se consideraba todavía “no contaminada”), y también, poder tomar definitivamente el camino a Cartagena a través de las montañas de Jaén. Pero el contingente de Riego se encontraban cada vez más agotado, y lo que es peor: rodeado por las tropas francesas mandadas por los generales Bonnemains y Foissat-Latour, y las del coronel d´Argout. Entre nueve y diez de la mañana del día 14 de septiembre, la brigada de vanguardia de Riego (unos 150 hombres), entró en Jódar. La segunda brigada, con Riego y la caballería, entró a las once. Se calcula que, para entonces, los constitucionalistas eran 1.500 de infantería y 500 jinetes, aunque hay fuentes que disminuyen bastante estas cifras. A primera hora de la mañana del 15 de septiembre, los tambores constitucionalistas redoblaron estrepitosamente, anunciando la llegada de un enemigo que no daba tregua en su persecución. Aparecía la caballería de los cazadores franceses de la Guardia Real mandada por el coronel d´Argoult.

El combate de Jódar.

La moral de combate para los constitucionalistas ya era muy escasa, por el terrible agotamiento que padecían en los últimos días, las derrotas con gran número de bajas, acompañadas por las continuas deserciones, así como las persecuciones implacables por parte de un enemigo que no quería soltar a una presa a la que consideraba, cada día que pasaba, más débil. Convencido Riego que el enemigo les cortaría la retirada en Jódar, como ya lo había intentado en Jaén, el general se adelantó, desplegando su tropa al este de Jódar, en la cercana la colina de La Lengua, próxima el camino del Paso y a la zona donde, en la actualidad, se encuentra el cementerio de Jódar. Hemos visitado el lugar, y visto “in situ” el espacio topográfico de aquella acción. Un buen trabajo liderado por el Ayuntamiento de Jódar, utilizándose metódicamente detectores de metales en la colina de La Lengua (poco modificada desde la época que relatamos), con el fin de recoger la munición francesa que la batió, y toda ella (numerada), pasada a un mapa topográfico digital, nos daría al día de hoy (científicamente), las fluctuaciones de aquel combate. El general liberal colocó varias guerrillas en los olivares; al grueso de la infantería en la falda y parte alta de la colina de La Lengua y, finalmente, a la caballería en la llanura, cubriendo el flanco derecho, para evitar que fuera interceptada la marcha hacia el este. Comenzó un fuerte tiroteo entre ambas formaciones enemigas. En el momento álgido del combate, intervino la caballería francesa bajo el fuego cruzado de los españoles, sin que respondiera la caballería española. No sólo fallaron aquellos jinetes en ese momento crucial, sino que llevaron a cabo algo peor: la defección, abandonando el campo de batalla. Pero la infantería constitucionalista insuflada por los gritos de ánimos de Riego cargó valientemente a la bayoneta contra la caballería francesa. Entre aquellos infantes estaba el cuñado de Riego, Antonio, casi un niño, que se había unido a la columna de Málaga, y que cayó prisionero en esta acción. El general español, sable en mano, en medio del fragor del combate, recibió un pistoletazo enemigo que le quemó el pantalón e hirió su rodilla, terminando muerto su caballo. El teniente de ingenieros, Agustín Lanuza le ofreció el suyo para que escapara, ya que la infantería española, con ostensibles bajas, empezó a retroceder. La faltas de fuerzas por las agotadoras marchas de los días anteriores, rindió brazos, piernas y mentes. Casi no podían sostenerse los nacionales. La caballería francesa cargó con sus sables acuchillando a cuantos pudo, en los mismos lugares que defendían las formaciones. La desbandada se produjo entonces, intentando los supervivientes alcanzar el río, pues la sed les atormentaba. Para los fugitivos ya sólo quedaba intentar escapar hacia el este, cosa que Riego logró con una treintena de sus hombres, entre ellos varios jefes y oficiales, la mayoría de ellos a caballo. Otros grupos constitucionalistas también lo hicieron en varias direcciones pero, o bien fueron capturados, o terminaron por entregarse a los franceses o las autoridades absolutistas. Entre los primeros destaca el grupo mandado por el coronel jefe de la II Brigada, Ignacio Aguirre, apoyado por su ayudante de E.M. Tomás Yarto, que intentó llegar a Cartagena, pero fue interceptado y hecho prisionero en la villa de Oria (Granada), por el comandante realista Luís Moreno. Esas fueron las consecuencias del combate de Jódar que supusieron el final del 3º Ejército de Operaciones del general Rafael del Riego, donde los constitucionalistas perdieron 60 hombres entre heridos y muertos (entre ellos varios oficiales), y les fueron hechos 613 prisioneros. Los franceses capturaron la bandera del Regimiento África.