Asociación
Torrijos 1831
Desde
hace décadas, en países avanzados la ciencia va enmendado la plana, o
completando, donde los historiadores no supieron o pudieron llegar. España, que
comenzó con retraso en estas cuestiones, está logrando ahora avances
espectaculares. A lo hecho con los restos del general Prim, otro caso llamativo
como el de la casaca del capitán del Arma de Artillería, Luís Daoíz, y el
sudario de su compañero de infortunio, Pedro Velarde, han venido a arrojar más
datos sobre el trágico final de los que muchos consideran los principales
héroes del 2 de Mayo de 1808. Desde la Asociación Torrijos 1831, mostramos una
vez más nuestra admiración y apoyo, a las instituciones y expertos que han
contribuido en este complejo y laborioso proceso de conservación, investigación
y restauración: integrantes de la Universidad de Granada y la Complutense
de Madrid, el historiador experto en Uniformología, Luís Sorando, el Museo del
Traje y el equipo de restauración que dirige Mercedes Amézaga. Más datos para
los lectores que habitualmente nos siguen, a continuación.
Los
sucesos en la tarde y noche del 2 de mayo.
La
Historia nos indica que Daóiz cayó mortalmente herido por los bayonetazos que
le propinaron los granaderos de escolta del general Lefranc, siendo trasladado
a su casa por un grupo de compañeros, donde expiró. Su cuerpo, todavía cubierto
con el uniforme con el que había muerto, fue conducido durante la noche en una
caja a la desaparecida Iglesia de San Martín, situada en la Plaza de las
Descalzas. Su compañero, Pedro Velarde, había muerto de forma fulminante, de un
disparo, en el interior del Parque de Artillería de Monteleón, dejándo los
franceses desnudo su cuerpo para que no se conociera que un capitán español
había formado parte del levantamiento madrileño. Pero otros compañeros
recuperaron su cadáver, envolviéndolo con un trozo de tienda de campaña del
propio cuartel, y lo llevaron a la misma iglesia de San Martín. La tradición
recogió que, allí, un desconocido donó un hábito franciscano con
el que se amortajó a Velarde. Esa misma noche, los dos héroes fueron
enterrados. Daoiz en una capilla de la misma iglesia, mientras
el cuerpo Velarde fue arrojado a una fosa común, pero por encima del
resto de cadáveres, como así atestiguó más tarde el sepulturero que lo llevó a
cabo, cuando llegó el momento de su identificación.
Los
años 1811 y 1814. Trasiego de restos y prendas.
En
1811, el sepulturero fue requerido para llevar a cabo la exhumación de
los dos cadáveres, siendo trasladados ambos a una cripta de la misma iglesia,
hasta que acabó la guerra contra los franceses. El 30 de abril de
1814, los restos fueron exhumados con todos los honores. Y fue en esos
momentos, cuando el coronel director del Museo de Artillería de Monteleón,
ordenó separar los trajes de los restos óseos de los héroes, que
terminaron en la actual Plaza de la Lealtad de Madrid.
¿Qué
pasó con las prendas?
Parece
ser que lo que quedaba de las prendas de Daoíz y Velarde, es decir, el uniforme
del primero y la cinta mortuoria del segundo, con restos de la mortaja
traducidos en unos trozos de tela parda y otros de color claro, con un cordel
de esparto (el hábito franciscano con el que fue envuelto en la noche del 2 de
mayo de 1808), fueron introducidos en un cajón de madera que quedaría
depositado en el Museo de Artillería. Por lo visto, antes de ser cerrada, el
británico Downie, que con Wellington había combatido en la Guerra Peninsular,
arrancó dos botones de la casaca para quedárselos de recuerdo. No sería
lo único esquilmado, pues alguien recortó las bombas emblemas de la Artillería,
del cuello. En 1834, cuando el Museo ya había pasado al Palacio de Buenavista
de Madrid, los responsables de entonces decidieron abrir el cajón y depositar
las prendas en dos urnas de cristal que permanecieron expuestas al público.
Durante 1851, el director del Museo de Artillería, situado ya en el Casón del
Buen Retiro, pidió permiso para colocarlas en otras urnas de madera,
debido al deterioro que estaban sufriendo los restos y al rechazo que
su exposición daba a los visitantes. En 2009, cuando se decidió
trasladar el Museo del Ejército, a Toledo, los restos fueron enviados al
Alcázar de Segovia. Hace dos años, los depositarios de las urnas decidieron
abrirlas, encontrando dentro unos restos textiles de difícil identificación. Se
comenzó entonces un proceso de investigación para estudiar lo encontrado,
restaurando en la medida de lo posible las prendas y exponerlas.
Los
descubrimientos.
La
mayoría de las fuentes relatan, que los granaderos franceses atravesaron con
sus bayonetas a Daoiz, por la espalda. Sin embargo, concluida la restauración
de su guerrera, que ya expuesta hemos podido contemplar en el Museo del
Ejército, se ha arrojado luz sobre las zonas del cuerpo del artillero donde se
produjeron esas heridas, dictaminándose que la guerrera no estaba agujereada
por su espalda, sino por el pecho, donde presentaba dos agujeros propios de
bayonetas.
La guerrera y el pantalón arrojan datos sobre la uniformidad del capitán
artillero. La guerrera mostraba botones lisos, y no grabados en relieve como
era costumbre de la época, potestad que tuvo el propio Daoiz cuando mandó
confeccionar su guerrera. Por otra parte, el color del pantalón restaurado
verifica la uniformidad real que llevaba Daoiz el 2 de mayo de 1808, que contradice
a lo que muestran las pinturas históricas relativas a la defensa del Parque de
Artillería de Monteleón, donde Daoiz aparece con pantalón blanco, cuando en
realidad fue azul, por la circunstancia de encontrarse de servicio en aquella
histórica jornada.
Al parecer, dado el estado que se encuentra el pantalón, no ha sido posible
señalar un orificio que dictaminara la herida de metralla que recibió Daoiz en
uno de sus muslos, cuando los cañones franceses dispararon sobre la puerta
principal de Monteleón.